lunes, 1 de diciembre de 2014

PERDONE, ¿POR AQUÍ SE VA A UNA BARRA BRAVA?

Tras la muerte ayer del ultra del Deportivo de la Coruña, "Jimmy" Romero Taboada, en la pelea que enfrentó a Frente Atlético con Riazor Blues, Bukaneros y Alkor Hooligans, entendí el peligro que corre el fútbol español si no elimina a estos grupos ultras de sus estadios. Es triste que haya sido consciente por culpa de un asesinato y no antes, pero he de reconocer que no preví este suceso.

Según informan diversos periódicos en el día de hoy, los grupos ultras están creciendo en número. El diario El País se atreve a dar cifras e indica que la presencia local de seguidores potencialmente violentos en Primera Divisón aumentó de 2012 a 2013 en un 11%, pasando de 96.000 personas a 107.000.
El diario deportivo Marca hace un breve análisis de los colectivos ultras de cada equipo de Primera División. Aunque algunos han dado por terminada su actividad o han sido expulsados los hay que continúan -y mucho- en activo. Aquí lo podéis ver.
La proliferación de estos grupos obedece, en gran medida, (y esto es opinión personal) a la permisividad de los clubes. Estos les facilitan las entradas, les ceden espacios del estadio para que ejerzan su actividad o les ayudan para que puedan hacer tifos o pancartas. En el libro 'Diario de un skin', el periodista Antonio Salas describe cómo descubrió, infiltrado en este grupo, que los Ultras Sur tenían a su disposición una sala en el Santiago Bernabéu para que pudieran dejar sus materiales. Esta connivencia de los clubes con los ultras se ejemplificó claramente ayer cuando Gil Marín dijo que "no soy quién para disolver una peña" en referencia a que no puede disolver el Frente Atlético. Lo que es el señor Gil Marín es un cobarde porque, si bien es cierto que no puede disolver un grupo, sí puede denegarle la entrada al Vicente Calderón. Y no es la primera vez que los ultras del Atlético de Madrid dan motivos para ello, como con algunos de sus cánticos y pancartas, claramente violentas y de extrema derecha.
El peligro de toda esta permisividad y tolerancia y respuestas tibias es que los ultras se enardecen y masifican, teniendo el riesgo de desembocar en lo que pasa en Argentina, donde las barras bravas campan a sus anchas.
El término barra brava es empleado en zonas de Sudamérica para referirse a lo que nosotros llamamos ultras. Teniendo especial fuerza en Argentina, Chile o Costa Rica, el periodista Jon Sistiaga hizo un profundo reportaje sobre las barras bravas en Argentina. En él podemos descubrir su jerarquización, sus negocios (una barra brava argentina genera un dineral por reventa, aparcamientos etc) y su poder para decidir qué futbolista juega. En la mayoría de los equipos argentinos, el jefe de la barra es la persona de más poder en el club, por encima incluso del presidente, que acata órdenes o "recomendaciones" por temor a las represalias. Este poder puede llegar incluso a la política. Como decía El País hace unos días en un artículo, dos candidatos para las presidenciales de Argentina fueron anteriormente presidentes de equipos de fútbol, teniendo, seguramente, reuniones con estos grupos.


 El problema y el riesgo es real. No vale escudarse con que estas cosas no pasarán en Europa porque todos sabemos cómo son las aficiones balcánicas, italianas y turcas (aunque Turquía no sea Europa, en el fútbol sí está considerada como tal). En nuestra mano está evitar que lo de ayer sea solo el último caso y no el primero de muchos. Desde luego que las declaraciones de los presidentes de Atlético y Deportivo, Enrique Cerezo y Tino Fernández respectivamente, no ayudan. Todo se esclarecerá con lo que hagan los clubes de fútbol. ¿Impedirán el acceso de los ultras a los estadios? ¿Tomarán medidas más enérgicas? ¿Lo dejarán pasar? Cuando tengamos respuesta a estas preguntas veremos si el fútbol español está a salvo de momento o si, por el contrario, damos un paso más hacia Argentina.


2 comentarios:

  1. Muy interesante artículo pero considero que nos dejamos cosas importantes y las que deberíamos centrar más nuestra atención. Como la entrada en juego de las instituciones políticas y dejar bien claro que no es un lucha contra una ideología permanente y extrema sino la facilidad de esas diferentes ideologías extremas a adentrarse en la sociedad y a fomentar la violencia sin que se tomen medidas radicales contra ellas. Espero que estés atento a mi siguientes publicaciones donde abordaré diferentes perspectivas sobre este asunto además de otros asuntos de la actualidad política, social y cultural.

    Saludos, Mario.

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  2. Estimado Guillem,

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